En España, los cazadores gestionan y cuidan más del 85 % del territorio nacional, lo que equivale a unos 43 millones de hectáreas. Una superficie colosal que sitúa al sector cinegético como un actor esencial en la conservación ambiental. Esta realidad, a menudo ignorada en nuestra sociedad, ha sido respaldada por el Estudio del Impacto Económico, Social y Ambiental de la Actividad Cinegética en España, presentado recientemente por la Fundación Artemisan en Madrid.
La gestión del territorio por parte de cazadores, titulares de cotos y organizadores de cacerías no se limita a su uso cinegético. Muy al contrario, implica un compromiso directo y constante con la mejora del entorno natural, la restauración de hábitats y la conservación de especies. Cada hectárea gestionada se traduce en inversiones, trabajos de mejora ambiental, creación de puntos de agua, aportes de alimento en épocas críticas o actividades forestales beneficiosas como podas, desbroces o reforestaciones.
Casi 290 millones anuales para el medio ambiente
Según los datos recogidos en el informe, el sector cinegético invierte 288,7 millones de euros al año en medidas que tienen un impacto directo sobre el medio ambiente. Es una cifra que, por sí sola, convierte a los cazadores en una de las fuerzas privadas más relevantes en la defensa de la biodiversidad en nuestro país. Estas inversiones se dirigen a actuaciones como la gestión de puntos de agua, la señalización de cotos, el acondicionamiento de caminos y la aportación de comida para la fauna.

En detalle, los titulares y gestores de coto aportan más de 216 millones, mientras que los organizadores de cacerías suman otros 72 millones. Se trata de actuaciones realizadas de forma constante, muchas de ellas de carácter obligatorio en los planes técnicos de caza, pero también voluntarias y proactivas, que muestran una profunda implicación con el territorio. Proteger, mantener y mejorar el campo es una responsabilidad asumida por quienes lo pisan todo el año, y no solo por quienes lo visitan de manera esporádica.
La clave en la conservación del patrimonio natural
Estas cifras colocan al sector cinegético en una posición clave dentro del conjunto de agentes que velan por la protección del patrimonio natural español. De hecho, el informe recuerda que el gasto total en protección de la biodiversidad y paisajes durante el año 2023 fue de 1.305 millones de euros, y de ese total, al menos un 20 % provino directamente del sector cinegético.
Este dato subraya la importancia de la caza como herramienta no solo de gestión, sino también de conservación. En palabras del propio documento, el sector debe considerarse «clave en la conservación del patrimonio natural». Una afirmación basada en datos objetivos que deberían formar parte central del debate ambiental.
Además, el 86,7 % del terreno cinegético español es de oferta privada, lo que significa que son los propios titulares y gestores quienes asumen la carga económica y organizativa de cuidar estos entornos. En la práctica, esto representa millones de hectáreas mejoradas sin coste para el erario público, a través de una red descentralizada de implicación directa en el campo.
Control de poblaciones y enfermedades
Pero la implicación del mundo cinegético no se limita a la infraestructura y las inversiones. Otro de los grandes aportes del sector tiene que ver con el control poblacional de especies, especialmente en lo que respecta a situaciones de sobreabundancia que amenazan al ecosistema. Un caso paradigmático es el del jabalí, cuya población en España se ha duplicado en la última década y puede superar ya los dos millones de ejemplares.

La caza se convierte así en una herramienta de control necesaria, no solo para garantizar el equilibrio ecológico, sino también para prevenir la propagación de enfermedades como la peste porcina africana. Según el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC), los cazadores participan activamente en tareas de vigilancia sanitaria pasiva, búsqueda de cadáveres, aviso a las autoridades competentes y reducción preventiva de poblaciones.
Como señala el Plan Nacional de Gestión de Poblaciones de Jabalíes, el papel de los cazadores es también «fundamental en la vigilancia pasiva de numerosas enfermedades» y «pieza clave como mantenedor del equilibrio de poblaciones de fauna silvestre y biodiversidad». Su función como recolectores de datos que avalan proyectos científicos o como agentes que contribuyen al desarrollo rural y al combate del reto demográfico refuerzan su papel multifacético en el campo.
La aportación invisible que sostiene el campo
A menudo, las cifras millonarias de inversión cinegética pasan desapercibidas, pero sin ellas sería imposible sostener la red de caminos, puntos de agua y mejoras ambientales que hoy existen en el medio natural español. La Fundación Artemisan ha puesto negro sobre blanco esta aportación silenciosa pero decisiva que garantiza la pervivencia de muchos ecosistemas.
Los cazadores no solo abaten animales, también los protegen. No solo extraen recursos del entorno, sino que los reinvierten en su mejora. No solo disfrutan del monte, sino que lo cuidan. En un momento donde se intensifican los discursos polarizados, el estudio aporta datos objetivos que invitan a reconocer y valorar con justicia el papel de quienes gestionan, protegen y financian la conservación de la mayor parte del territorio español.