El pasado 6 de abril, Alfredo Esteban, presidente de la Agrupación de Cazadores de Ateca (Zaragoza), vivió una jornada cinegética inolvidable. En solitario, recorrió una zona devastada por el fuego en busca de un corzo que, sin saberlo aún, terminaría marcando una de las experiencias más intensas de su vida como cazador.

Aquel rincón del monte aragonés, que años atrás sufrió uno de los peores incendios de su historia reciente, ha vuelto a latir con fuerza. Más de 14.000 hectáreas fueron arrasadas en cuestión de horas, afectando al 63% del término municipal de Ateca. Hoy, la vida salvaje resurge entre los restos carbonizados y ofrece escenas que, como la vivida por Alfredo, quedan grabadas para siempre.

Una jornada en solitario por un monte herido

Grupo de cazadores de Ateca, tras la batida celebrada en la zona. © A. E.

A diferencia de otras ocasiones, Esteban salió sin compañía. Sus habituales compañeros de rececho no pudieron acompañarle por motivos personales. Así que, armado con paciencia, y antes incluso de que amaneciera, puso rumbo a un pinar donde, semanas antes, se habían abatido 16 jabalíes en una batida. Aquel lugar, a pesar del desastre ecológico de antaño, sigue siendo un santuario para la fauna.

Destacado jabalí que se abatió en la batida. © A. E.

Tras un primer intento fallido, en el que una corza delató su presencia y puso en alerta al macho que la acompañaba, decidió cambiar de estrategia. Un nuevo intento volvió a verse frustrado por la irrupción inesperada de tres jabalíes que, al huir, espantaron también a los corzos. Pese a ello, Alfredo no se rindió.

El momento perfecto y un disparo certero

Minutos más tarde, detectó movimiento en una ladera. Una hembra descendía, seguida de un macho. Esteban permaneció inmóvil, observando. Cuando ambos animales cruzaron un claro, el corzo se detuvo brevemente, y fue entonces cuando Alfredo ejecutó un disparo limpio con su Remington 7400 del calibre .30-06. El macho cayó.

Al acercarse, descubrió la singular cuerna del animal: se trataba de un espectacular corzo multipuntas. Una pieza inusual que, además de su valor cinegético, adquiría una carga simbólica especial por el contexto del entorno en que fue abatido.

Detalle de la rar cuerna del corzo. © A. E.

Un trofeo que simboliza la esperanza del monte

Extraer el cuerpo del animal no fue sencillo. Las ramas secas, los troncos caídos y la maleza hicieron de la tarea un reto físico. Pero la recompensa no era solo un trofeo. Para Alfredo, este corzo es símbolo de algo mucho más profundo: «Este corzo representa para mí no solo una gran jornada cinegética, sino también la esperanza de que Ateca y su entorno volverán a ser lo que fueron… o quizá algo aún mejor».

En un coto social donde recechar este animal apenas le ha costado 50 euros, este tipo de lances recuerdan que la caza, más allá de un destacado trofeo, también es memoria, resistencia y vínculo con la tierra.

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