Kay Russo, veterinaria especializada en medicina aviar y clínica de ganado lechero en EE. UU., lanzó una contundente advertencia en una charla reciente sobre la gripe aviar (H5) y su creciente impacto en el bienestar animal. Su doble formación, inicialmente poco común, ha resultado esencial en la gestión de un brote sin precedentes que ha traspasado las fronteras de la avicultura para infectar también al ganado bovino.
«Fui parte del pequeño grupo de veterinarios que diagnosticó el primer caso de H5 en vacas lecheras en EE. UU.», explica Russo. Desde entonces, se ha convertido en una de las voces más firmes en exigir una respuesta coordinada y basada en la ciencia.
Un brote descontrolado con millones de víctimas
Desde 2022, el virus H5 ha causado la muerte de más de 168 millones de aves comerciales, de las cuales 135 millones eran gallinas ponedoras. Aunque los protocolos de bioseguridad y los tiempos de respuesta han mejorado respecto al brote de 2015, la veterinaria advierte: «Estamos perdiendo. Este virus ha cambiado su estrategia y nosotros seguimos con el mismo libro de jugadas».
La situación se agravó en 2024 con la detección del virus en el ganado bovino. En estados como California, Michigan o Minnesota, donde coexisten explotaciones lecheras y avícolas, las infecciones cruzadas han sido devastadoras. «California perdió 10 de sus 14 millones de ponedoras entre finales del año pasado y comienzos de este», subraya Russo.
El virus ha cambiado, pero la respuesta no
Lo más alarmante es que el virus ha dejado de depender únicamente de las aves silvestres para propagarse. «Ya no es solo un problema de aves migratorias: ahora tenemos un genotipo bovino que ha causado la pérdida de 28 millones de ponedoras en 2024». Esta nueva capacidad del virus para adaptarse a mamíferos lo convierte en una amenaza aún más difícil de contener.
Y aunque se han identificado nuevas introducciones puntuales en Nevada y Arizona, la trazabilidad del virus es cada vez más compleja. «Incluso granjas con protocolos estrictos están siendo infectadas. Es como combatir a ciegas», lamenta.
La cruda realidad de las decisiones sanitarias
Ante los brotes, la estrategia predominante es el vacío sanitario: sacrificar a todos los animales del foco infectado. «Aunque suene cruel, eliminar los lotes infectados suele ser la vía más humanitaria. El virus mata al 75–100 % de las aves comerciales infectadas», defiende Russo.
Sin embargo, la veterinaria denuncia una diferencia inadmisible entre la gestión de la enfermedad en vacas y aves: «Mismo virus, distinta enfermedad, diferentes reglas. Eso no tiene sentido».
Vacunas: la herramienta que sigue sin usarse
Russo es tajante al pedir un cambio de enfoque. «Necesitamos vacunas. No son la solución única, pero sí una defensa crucial junto a la bioseguridad». Pone como ejemplo a Francia, que ha logrado reducir en un 90 % los brotes en patos mediante campañas vacunales estratégicas.
Y frente a quienes exigen vacunas “esterilizantes”, responde con realismo: «No necesitamos vacunas perfectas, sino que reduzcan la carga viral, el riesgo humano y el contagio entre granjas».
Ceguera informativa y políticas mal orientadas
Uno de los mayores obstáculos, según Russo, es la falta de transparencia. «No tenemos acceso a datos en tiempo real sobre brotes en ganado, ni a información a nivel de condado sobre la fauna silvestre infectada. Es como luchar con una venda en los ojos».
A esta carencia se suma una política sanitaria subordinada a los intereses comerciales. «Las decisiones sobre salud pública y bienestar animal deben estar separadas de las políticas de comercio internacional. Mi juramento no es con el comercio, es con los animales y con la salud pública».
«Estamos jugando con fuego, y ya nos estamos quemando»
La veterinaria concluye su intervención con un mensaje claro y urgente: «No necesitamos seis meses. Probablemente no tengamos ni uno. Las vacunas ya existen, se fabrican en EE. UU., y podríamos empezar a usarlas en días».
Con una mezcla de rigor y pasión, Kay Russo lanza una llamada a la acción a las autoridades: más pruebas, más transparencia, más ciencia y menos dilaciones. Porque, como ella misma resume: «Esto no tiene que convertirse en una pandemia humana para ser devastador. Ya lo es».